“Cuando tengo que arbitrar, cualquier problema de mi vida desaparece”
Sherezade Merino Herrero cursa el grado en Ingeniería Alimentaria de la ETSIAAB y es árbitra federada de fútbol sala. Lleva diez años dirigiendo encuentros, algunos tan señalados como los cuartos de final de la Copa de la Reina. En arbitrar ha encontrado mucho más que una afición.
10-06-2025
Natural de Segovia, Sherezade Merino viene cada mañana desde la provincia vecina. Pero esta alumna de cuarto curso de Ingeniería Alimentaria de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Agronómica, limnetaria y de Biosistemas (ETSIAAB) está acostumbrada a desplazarse para arbitrar cada fin de semana partidos de fútbol sala. Y es que la afición le viene de lejos. Aunque hizo sus primeros pinitos en el atletismo, pronto le llegó la pasión por esta modalidad del deporte rey del que era espectadora cada sábado con su padre. “Mis recuerdos de pequeña son siempre estar en un pabellón viendo fútbol sala”, asegura Sherezade. Un pabellón que siempre estaba “a reventar” debido a la gran tradición segoviana por este deporte, fruto de la victoria del Caja Segovia en el Campeonato de Europa de Clubes de fútbol sala, en la temporada 1999/2000.
Así que, con 15 años ya estaba arbitrando. Pero pronto notó diferencias con sus compañeros: “No me discriminaban pero sí notaba que, a la hora de designar partidos, a mí me daban categorías inferiores y a mis compañeros, de la misma edad, les iban dando más oportunidades”, confiesa.
Sin embargo, Sherezade Merino, hoy árbitra colegiada en la Real Federación de Castilla y León, no echó balones fuera y, al cumplir 18 años, pidió ascender a una categoría superior. Actualmente, arbitra partidos femeninos de fútbol sala en primera división y partidos masculinos de tercera categoría. Una ambición que le ha llevado a dirigir los cuartos de final de la Copa de la Reina, disputados en Málaga en 2024, y que enfrentaron al equipo murciano de Alcantarilla y al Castro, procedente de Lugo. Para ella, este partido es uno de sus favoritos del que, sin embargo, recuerda poco ya que “se pasó volando, quizás por la adrenalina”. Recibió la designación por parte de la Federación algo incrédula: “No te lo crees hasta que estás sentado en el AVE”.
La ya nutrida carrera de esta joven árbitra le ha llevado a dirigir numerosos partidos, la mayoría masculinos. En su opinión, los equipos de chicas tienen “menos patrocinios” y los clubes “no apuestan por crear disciplinas femeninas”. De hecho, apunta a la gran diferencia salarial: “Se gana muchísimo menos que arbitrando fútbol masculino”. Por eso, muchas compañeras terminan dejándolo, ya que deben compatibilizarlo con otro trabajo. “Yo no lo hago por dinero, lo hago porque me gusta, porque viajas, conoces gente y haces deporte”.
Pero estas diferencias también se trasladan al terreno de juego y a las gradas. Nos cuenta que ellos juegan más rápido y más “a lo bruto”; ellas, de forma “más dinámica” y con la mente en la jugada. Algo que captan los espectadores: cuando juegan los chicos “hay muchas más protestas por parte del público”. Por ello, confiesa, cuando arbitra en categoría masculina, debe tener “más carácter y diálogo”.
Precisamente el diálogo en una de las aptitudes que más se valoran en el árbitro. También la humildad y la cercanía con los jugadores -a quien confiesa llamar por su nombre-. “Veo mucho fútbol y conozco a prácticamente a todas las jugadoras”. El trato con el jugador y el entrenador “debe ser educado y, desde la humildad, hablar con tranquilidad”. Y enfatiza: “Cuanto más dialogante seas, mejor”.
Aunque asegura que no le resulta difícil compatibilizarlo con los estudios, se siente responsable del trabajo que lleva a cabo, que no se queda solo en el campo. Cada semana asiste a una clase voluntaria en la que plantea dudas y comparte experiencias con otros compañeros. Y después de arbitrar, toca autoevaluarse. Una vez finaliza el encuentro, “tienes que volver a ver el partido entero y hacer un autoanálisis” del que recibes un feedback por parte de la Federación. Un aspecto que valora muy positivamente: “Si te ves a ti mismo, ves tus aciertos, tus errores y por qué motivo has fallado”.
Gracias al arbitraje, Sherezade ha perdido su timidez: “Ganas en seguridad y te obliga a desenvolverte”. Estar en el campo “hace que tengas que tomar una decisión en un segundo, mientras todo el mundo te está mirando”. Y todo ello, con el hándicap de ser una chica “a la que ponen tres veces más problemas a la decisión que tomas”, lamenta.
Sin embargo, algo tiene esto de dirigir partidos que “termina enganchando”. Dentro de poco, Sherezade Merino se convertirá en ingeniería alimentaria, pero tiene claro que seguirá arbitrando porque en esta labor ha encontrado algo más que un hobbie: “Me ayuda a relativizar”. Además, se concentra en lo que hace, desconecta y disfruta. “Cuando tengo que arbitrar, cualquier problema de mi vida desaparece”, sentencia.
Esta entrevista fue publicada anteriormente en el número de ‘Savia’ de junio.