Universidad Politécnica de Madrid Universidad Politécnica de Madrid

Escuela Técnica Superior de Ingeniería
Agronómica, Alimentaria y de Biosistemas

“Los sistemas agrícolas son claves para reducir la presión que ejercemos sobre los ecosistemas”

El profesor de la ETSIAAB Alberto Sanz coordina un proyecto de cooperación transnacional que desarrollará propuestas de gestión sostenible para los cultivos en el sudoeste de Europa.

22-03-2021

El estudio de estrategias para mitigar las pérdidas de nitrógeno en los sistemas agrarios, incluida la emisión de gases de efecto invernadero, forma parte desde hace años de la actividad investigadora de Alberto Sanz Cobeña, profesor de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Agronómica, Alimentaria y de Biosistemas (ETSIAAB). También articular respuestas a desafíos como la seguridad alimentaria y la protección de ecosistemas con un enfoque integrador que comprende no solo soluciones técnicas sino también cambios estructurales. Estos intereses convergen en AgroGreen-Sudoe, un proyecto de cooperación transnacional cuyo objetivo es desarrollar propuestas de gestión sostenible para los cultivos en el sudoeste de Europa. Echó a andar en enero, con una financiación de más de un millón de euros del Fondo Europeo de Desarrollo Regional (Feder), y lo coordina Sanz Cobeña. Participan investigadores y asociaciones de agricultores de España, Portugal y Francia, junto a empresas y representantes de la Administración pública de los países implicados. “Nuestros sistemas agrícolas son una pieza clave para reducir la presión que ejercemos sobre los ecosistemas”, afirma el profesor.


¿Cuál va a ser el método de trabajo del proyecto?

El proyecto se estructura en seis grandes grupos de tareas, cada uno coordinado por uno de los socios beneficiarios. Buscan desde el diagnóstico de la situación de partida, en lo que a prácticas de manejo de cultivos en el territorio Sudoe [sudoeste] se refiere, a la cuantificación de impactos medioambientales en condiciones reales, con la participación directa de los usuarios finales, agricultores y agricultoras, y la estimación de impactos en cuencas españolas, francesas y portuguesas mediante el uso de herramientas de modelización previamente adaptadas a las realidades de cada lugar. Finalmente, con toda la información y conocimientos generados, se desarrollará una herramienta web que permita a los actores interesados evaluar el impacto medioambiental de las prácticas agrícolas sobre las aguas y la atmósfera. Todas estas acciones estarán coordinadas por la Universidad Politécnica de Madrid (UPM), así como las tareas de difusión y comunicación de las mismas y de los resultados obtenidos.


En la identificación de prácticas sostenibles, la fertilización y el riego son aspectos fundamentales.

Así es en general y de un modo muy particular en las condiciones de clima mediterráneo dominantes en España y en amplias zonas del territorio Sudoe. La coincidencia de periodos de máximas temperaturas con escasez de precipitaciones hace necesaria la implementación de sistemas de riego para sostener la producción agrícola. Además, por el papel estratégico de los cultivos irrigados y la necesidad de alcanzar sus máximos de sostenibilidad medioambiental, se espera que aumente en un contexto de cambio climático como en el que ya nos encontramos. Tanto el riego como la fertilización han de ser gestionados de una forma óptima para que se alcancen los objetivos de rendimientos de cosechas sin menoscabar la sostenibilidad medioambiental del territorio a través de potenciales emisiones de compuestos contaminantes hacia la atmósfera (como el amoniaco), las aguas (en forma de nitratos) o a través de la emisión de gases de efecto invernadero como el óxido nitroso.



Alberto Sanz Cobeña


¿Qué otras claves deben tener en cuenta los productores para reducir el impacto medioambiental?

La mayoría de nuestras agricultoras y agricultores son ya muy conscientes del rol fundamental que guarda su actividad diaria en la provisión de alimentos de calidad y en cantidad suficiente para satisfacer las necesidades de la población. También llevan tiempo tratando de adaptar sus estrategias de manejo para minimizar los impactos medioambientales asociados. Es clave un buen diagnóstico de la situación de partida y esto pasa por una identificación y registro de prácticas y actividades. En AgroGreen-Sudoe pretendemos que la participación de las y los agricultores sea real e intensa. Es por ello que tres de los seis socios principales -la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos, en España; la Asociación de Regantes del Valle de Sorraia, en Portugal, y la Cámara de Agricultura de la Charente-Maritime, en Francia- guardan muy estrechos vínculos con el sector. Además, la creación de la plataforma multiactor del proyecto, sobre la que pivotan muchas de nuestras acciones y grupos de tareas, pretende generar un espacio de colaboración que permita diseñar y proponer alternativas de manejo agrícola sostenible, sensibles a las características del territorio y a las realidades de los y las productoras.


La idea es que los destinatarios finales del proyecto sean los propios agricultores participantes.

Así es, pero no solo. Como he comentado, el rol de los agricultores es fundamental para el correcto desarrollo de las actividades del proyecto y para la consecución de nuestros objetivos. Pero, además, contamos en el partenariado del proyecto, como socios asociados, con la presencia de instituciones clave para que los resultados del proyecto trasciendan y alcancen iniciativas públicas tendentes a la sostenibilidad agroambiental a escala de cuenca hidrográfica, regional y supranacional. El papel de los agricultores es activo, participando en la toma de decisiones y en la propuesta de estrategias de manejo. Además, se les hará llegar información clave para que, en el medio plazo, sean autónomos en la recogida de información sensible para la sostenibilidad de sus propias explotaciones.


El calentamiento del planeta se notará particularmente en la cuenca mediterránea. ¿Qué efectos directos tendrá en las cosechas?

El recientemente publicado primer informe del Grupo de Expertos en Cambio Climático y Medioambiental en el Mediterráneo (MedECC), en el que he tenido el gusto de participar, pone de relieve este hecho crucial para el futuro de la cuenca mediterráneo. Según las estimaciones que existen hasta la fecha, los cambios medioambientales que tienen ya lugar en la región llevarán a un descenso en las cosechas de hasta el 19%. Se trata de un escenario preocupante y que nos haría más dependientes del exterior para satisfacer nuestras demandas de alimentos, con impactos sociales y económicos muy importantes. Es por ello que la puesta en marcha de sistemas de producción agrícola que minimicen dichos impactos, al tiempo que son capaces de adaptarse a esta nueva realidad, es crucial.


¿Por qué la mejora en los rendimientos agrícolas no se ha traducido en una menor presión sobre los ecosistemas?

No podemos generalizar, ya que hay algunos sistemas en donde una mayor producción ha ido acompañada de menores impactos medioambientales. Sin embargo, por desgracia, no es la norma. La realidad en la que se relacionan prácticas e impactos es muy compleja y es clave, en primer lugar, establecer los límites de los sistemas de producción. Como comentaba antes, por ejemplo, hay impactos que son inherentes a nuestros sistemas productivos pero que tienen lugar lejos de España. La deforestación en determinadas regiones de Latinoamérica para obtener materias primas que luego importamos es un ejemplo. Dicho esto, también se han incrementado, junto con los rendimientos de cosechas, los impactos dentro de nuestras fronteras. Es el caso de la contaminación por compuestos nitrogenados como el amoniaco emitido a la atmósfera y los nitratos lixiviados a nuestras aguas, o las emisiones de gases de efecto invernadero como el óxido nitroso y el metano. ¿Por qué ha sucedido esto? La respuesta más directa tiene que ver con la todavía gran dependencia que tienen nuestros sistemas agrícolas del uso de tecnología basadas en combustibles fósiles. Ya sea para producir insumos, para transportarlos desde el otro lado del Atlántico o para realizar labores en nuestros suelos agrícolas. Además, muchos de estos recursos, energéticamente costosos, se han utilizado, en muchas ocasiones y lugares, en grandes cantidades y muy lejos de sus óptimos. Ello ha favorecido la liberación de compuestos contaminantes y gases de efecto invernadero desde los agroecosistemas a los ecosistemas circundantes, afectando la salud de estos últimos.




¿Qué parte del impacto del sector agroalimentario se debe a actividades como el transporte, el envasado y la comercialización?

Depende de a qué nos refiramos como “impacto”. Si de lo que hablamos es de emisiones de gases de efecto invernadero, en un reciente estudio que hemos publicado sobre la huella de carbono de la alimentación en España mostramos que más de un tercio de la huella total de la alimentación tiene que ver con esas actividades. Es por ello que, efectivamente, queda mucho por hacer en el ámbito de la producción, pero no solo. El papel de los y las consumidoras es fundamental. Como importante es favorecer el establecimiento y generalización, en la medida de lo posible, de sistemas agroalimentarios que se apoyen en canales cortos de comercialización. Escenario en el que, con medios de transporte eficientes, se podrían reducir las emisiones de gases de efecto invernadero debidas a envasado, conservación, transporte, etcétera.


El cambio en los hábitos alimentarios de la población también ha traído consecuencias.

Por supuesto. Como decía antes, nuestras decisiones y hábitos marcan lo que se produce, cómo se produce y dónde. Determinan, por ejemplo, que se desperdicien más alimentos si nos guiamos por la forma o el espacio de determinados alimentos. El momento en que consumimos un alimento y su relación con el tiempo y lugar en el que se ha producido es también importante. Nos hemos acostumbrado a consumir cualquier alimento en cualquier momento del año y eso tiene un coste energético y medioambiental tremendo.


Tampoco olvida que los investigadores deben procurar que sus propias actividades sean más sostenibles. Es uno de los promotores de un manifiesto que aboga por minimizar el impacto tanto medioambiental como social de reuniones y congresos.

Efectivamente. Quienes trabajamos en el ámbito científico, y docente, máxime si lo hacemos en áreas ligadas a la sostenibilidad medioambiental, tenemos que predicar con el ejemplo. Esa fue la idea que nos llevó a un grupo de investigadores, dentro del Panel de Expertos sobre Nitrógeno y Alimentación (EPNF) de UNECE [Comisión Económica de las Naciones Unidas para Europa], a escribir y promover el Manifiesto de Cercedilla sobre reuniones científicas sostenibles, que animo a todos a apoyar. Se trata de una serie de recomendaciones para que nuestra labor científica sea más sostenible. El trabajo también fue el objeto de un artículo publicado el año pasado en la revista Nature Food.

 

Esta entrevista forma parte del número de marzo de 'Savia', el boletín de la ETSIAAB.