Universidad Politécnica de Madrid Universidad Politécnica de Madrid

Escuela Técnica Superior de Ingeniería
Agronómica, Alimentaria y de Biosistemas

Agricultura sostenible y gestión integral del riesgo de desastres en Centroamérica

Investigadores de la UPM han colaborado con la FAO en el diseño de metodologías y herramientas para minimizar el impacto de las amenazas naturales, reducir la pobreza y aumentar la seguridad alimentaria en la región.


14-05-21

En los últimos veinte años, los desastres vinculados con amenazas naturales han aumentado en frecuencia e intensidad y, con ellos, tanto el número de personas afectadas como las pérdidas económicas asociadas. El Corredor Seco Centroamericano [una franja de territorio que abarca desde el sur de México hasta Panamá y que sufre, especialmente desde 2009, una situación crítica sin precedentes debido a un drástico cambio en el régimen de lluvias] es una de las ecorregiones del mundo más vulnerables a las amenazas relacionadas con el clima. Se caracteriza por períodos de pronunciada sequía, exacerbada por la influencia del fenómeno El Niño-Oscilación del Sur (ENOS), alternados con fuertes precipitaciones durante la temporada de lluvias. El 58% del corredor se clasifica como un área con efectos de sequía altos o severos.

La periodicidad en la ocurrencia de los choques y fenómenos naturales que afectan la región contribuye a la alta precariedad que enfrentan las poblaciones de Centroamérica. En los últimos 10 años diferentes eventos han ocurrido en la región, afectando la producción, el acceso, la disponibilidad y la estabilidad de los alimentos, así como los ingresos de hombres y mujeres productores y jornaleros. Los niveles de pobreza y la desnutrición en el área son alarmantes y afectan principalmente a las poblaciones rurales y a las comunidades indígenas. La alta vulnerabilidad de la población, junto con la manifestación recurrente de las amenazas naturales existentes, hace de esta una de las áreas del mundo con un alto riesgo de inseguridad alimentaria y nutricional.

A partir de esta realidad, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) puso en marcha a finales de 2018 el proyecto Buenas Prácticas Agrícolas y Evaluación de Daños y Pérdidas para la Gestión Integral del Riesgo de Desastres y la Agricultura Sostenible Adaptada al Clima, enfocado a la sostenibilidad y la resiliencia de los sistemas productivos de los países del Sistema de la Integración Centroamericana (SICA) [cuyos integrantes son Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Panamá]. Participan, además de los gobiernos de los países implicados, el Centro de Coordinación para la Prevención de Desastres Naturales en América Central (CEPREDENAC) y el Consejo Agropecuario Centroamericano (CAC), con el apoyo financiero de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID). El Centro de Innovación en Tecnología para el Desarrollo Humano (itdUPM) de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) colabora como socio de implementación.

Los participantes celebraron el día 12 de mayo un taller virtual centrado en los bienes púbicos de conocimiento que favorecen los objetivos del proyecto. Por parte del itdUPM participaron Carlos Gregorio Hernández Díaz-Ambrona, Julia Urquijo Reguera, Leonor Rodriguez Sinobas, Margarita Ruiz Ramos, José Luis Postigo, Eduardo Sánchez Jacob, Ivanka Puigdueta Bartolomé y Laura Juárez, la mayoría ligados a la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Agronómica, Alimentaria y de Biosistemas (ETSIAAB).

 


Las  escuelas de campo para agricultores han permitido mediante la enseñanza-aprendizaje la diversificación hortícola en zonas del Corredor Seco Centroamericano


Con la implementación de las acciones de esta iniciativa, se ha fortalecido la capacidad institucional, a través de la transferencia de metodologías y herramientas para una mejor gestión del conocimiento en la planificación, las inversiones y los programas agrícolas nacionales y subregionales. Esta mejora en la generación de conocimiento favorecerá, en el mediano y largo plazo, la sostenibilidad agrícola, la resiliencia ante el cambio climático y el logro de la seguridad alimentaria y nutricional de la población más vulnerable, particularmente en el Corredor Seco Centroamericano, sostienen los responsables del proyecto.

También destaca que la intervención cobra especial importancia a la vista del reciente informe global sobre crisis alimentarias de la FAO, presentado a principios de este mes de mayo, que señala que en 2020 la inseguridad alimentaria aguda aumentó significativamente en El Salvador, Guatemala, Haití, Honduras y Nicaragua, con 11,8 millones de personas en estado de crisis o peor (fase 3 o superior de la clasificación integrada de la seguridad alimentaria), frente a los 8,1 millones de 2019.

Según este informe, fueron precisamente los graves fenómenos meteorológicos de finales de 2020 los que afectaron a más de 8 millones de personas en toda América Central, impactando en zonas con inseguridad alimentaria que ya habían experimentado varios años de sequía, así como la reducción de los ingresos debido a las restricciones causadas por la COVID-19. Previo a estos acontecimientos, entre el 2006 y 2016, el sector de la agricultura en los países en desarrollo había absorbido aproximadamente el 23% de los daños y las pérdidas causados por los desastres inducidos por amenazas naturales.

Bajo este marco, y siendo la agricultura el principal medio de vida de más del 35% de la población mundial, las organizaciones e instituciones implicadas en el proyecto consideraron crucial contribuir al diseño de metodologías y herramientas dirigidas a minimizar el impacto de las amenazas naturales y contribuir a la reducción de los desastres, de la pobreza y al aumento de la seguridad alimentaria. Es así que, como parte de las acciones para reducir la exposición y la vulnerabilidad de los hogares y las comunidades ante las amenazas naturales, los socios recopilaron un catálogo de prácticas potencialmente exitosas que han sido probadas en varios contextos y que podrán ser difundidas y recomendadas una vez vengan evaluada a lo largo de diferentes ciclos agrícolas, utilizando la metodología desarrollada en el marco del proyecto.

 


El sistema agroforestal denominado Kuxur Rum, propio de zonas montañosas de Centroamérica, combina un árbol de leguminosa con la incorporación
de los residuos de cultivos al suelo y la conservación del agua, lo que contribuye a fortalecer la resiliencia ante la a sequía y la variabilidad climática

 

“Se han inventariado y caracterizado 145 buenas prácticas en agricultura que pueden ser adoptadas en el Corredor Seco Centroamericano”, destaca Carlos Gregorio Hernández, profesor titular del Departamento de Producción Agraria de la ETSIAAB. El coordinador subregional de la FAO Adoniram Sanches Peraci admite que, si bien su organización había desarrollado anteriormente una metodología para el monitoreo y la evaluación de opciones de buenas prácticas para la reducción del riesgo de desastres en la agricultura, la diversidad de los sistemas agropecuarios y las realidades socioculturales existentes en Centroamérica y las amenazas a las cuales se enfrentan “requirió adaptar dicha metodología a cada contexto, atendiendo a las especificidades y necesidades de los diferentes países y territorios”.

En el caso del territorio comprendido en el SICA, la metodología fue enriquecida, adaptada y actualizada para incluir la evaluación de las necesidades hídricas y energéticas, que son un aspecto clave en la prevención del riesgo de desastres y la adaptación al cambio climático, además de incluir consideraciones de género y relacionadas con los pueblos indígenas. De esta manera, los países implicados tienen ahora a disposición directrices para el monitoreo y la evaluación de las buenas prácticas agrarias.

También se ha facilitado el diálogo para el uso de herramientas y habilidades que ayuden a los gobiernos a realizar la recolección y estimación de daños y pérdidas económicas en los subsectores de cultivos, ganadería, silvicultura y pesca para la priorización de necesidades y la toma de decisiones oportunas en beneficio de las poblaciones más vulnerables. Esta información es un insumo importante para la toma de decisiones de los países, con respecto a los programas de recuperación e inversión social y productiva, y puede complementar otros esfuerzos que se realizan en distintos países de la región.

En colaboración con la Dirección General de Estadística y Censos (Digestyc) de El Salvador y el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) de Honduras, y con la asistencia técnica del Programa de Sistemas de Información para la Resiliencia en Seguridad Alimentaria y Nutricional de la Región del SICA (Progresan-SICA), se realizaron también encuestas para valorar estos aspectos en las respectivas poblaciones, así como el impacto en la agricultura y los medios de vida resultante de las diferentes amenazas naturales que se han manifestado en ambos países en este periodo marcado por la pandemia de COVID-19. Específicamente, las encuestas apuntan a proveer información actualizada que contribuya a realizar un análisis de la situación, orientando a los tomadores de decisiones de los dos países y a la cooperación internacional para atender a las poblaciones más vulnerables. La información de la encuesta ha sido utilizada como evidencia en los análisis de la Clasificación Integrada de la Seguridad Alimentaria en Fases (CIF) de Inseguridad Alimentaria Aguda (IAA) realizados en estos países.