Universidad Politécnica de Madrid Universidad Politécnica de Madrid

Escuela Técnica Superior de Ingeniería
Agronómica, Alimentaria y de Biosistemas

Serie de entrevistas a mujeres de la ETSIAAB para conmemorar el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia (2)

Ana Moliner: “Se da por hecho que tienes que ser una supermujer para llegar a ser lo mismo que ellos”


08-02-2023

Cada 11 de febrero se celebra en todo el mundo el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia como una jornada para fomentar el acceso de las mujeres y las niñas al ámbito científico. La Escuela Técnica Superior de Ingeniería Agronómica, Alimentaria y de Biosistemas (ETSIAAB) continúa conmemorando esta celebración con la entrevista a la profesora Ana Moliner Aramendia.

Según el último informe ‘Datos y cifras del sistema universitario español, 2021‐2022’, del Ministerio de Educación y Formación Profesional, las mujeres representaron en el curso 2019/2020 (últimos datos disponibles) un 42,9% del total de docentes, pero dentro del funcionariado (que acoge las figuras de Catedrático de Universidad y Titular de Universidad) la cifra baja hasta el 36,8%. Especialmente llamativo es el descenso entre los Catedráticos de Universidad, donde el porcentaje de mujeres no llega al 25%. En la ETSIAAB, el porcentaje de mujeres docentes es de un 40,73% frente al 59,27% de hombres. Aunque algo superior a la media, el porcentaje de Catedráticas es menor que el de Catedráticos (35,71% y 64,29%, respectivamente) y el de Titulares de Universidad es del 43,22% de mujeres frente al 56,78% de hombres.

Ana Moliner es Titular de Universidad del departamento de Producción Agraria de la ETSIAAB, del área de edafología y química agrícola. Con ella continuamos la serie de entrevistas, que comenzó con la estudiante Inés Pérez Miguélez, y con la que damos visibilidad a mujeres de la ETSIAAB para conmemorar el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia.



Cuéntanos tu trayectoria y cómo fue esa ‘llamada de la ciencia’

Yo soy química de formación. Estudié el máster y el doctorado en Estados Unidos, especializada en suelos, y gracias a eso tuve cabida en esta Escuela. Yo me he especializado en contaminación de suelos y, por ello, mi docencia tiene que ver principalmente con este tema, que es mi formación y es lo que más me gusta. Además, es un mundo en el que la sostenibilidad tiene mucha importancia, el hecho de que utilicemos el suelo de una forma sostenible es algo muy importante y sobre lo que la sociedad no está concienciada. Pero mi primer contacto con la química fue a través de un juego llamado ‘Cheminova’ y desde pequeña me parecía magia. Y esa magia me fue atrayendo cada vez más hasta que cursé la asignatura en COU. Luego pensé que quería estudiar el cáncer, por eso me especialicé en bioquímica, (aunque terminé en suelos, muy alejada de ello). Pero pensé que quería aportar algo y todo ese mundo me atrajo mucho desde pequeña.


En tu opinión, ¿por qué crees que las mujeres no se acercan a la ciencia y hay menos mujeres en las carreras STEM (ciencia, tecnología, ingeniería, matemáticas)?

En mi caso, en los estudios de química, éramos bastantes mujeres: mitad y mitad. Pero lo cierto es que, cuando terminamos los estudios, hubo una crisis económica importante y a las mujeres abiertamente nos dijeron que no nos merecía la pena echar el CV en las empresas de la industria porque no tenían en mente contratarnos. También en las propias empresas te decían que no pensaban elegir a mujeres. Se daba por hecho que debíamos dedicarnos a la familia.


Pero no les hiciste mucho caso…

Bueno, me di cuenta de que en la industria tenía pocas posibilidades entonces decidí empezar a pedir becas porque ahí no teníamos ese problema. Me concedieron dos becas, una para Estados Unidos y otra para Francia. Decidí que Francia estaba cerca y que podía ir en cualquier momento, así que me pareció más atractivo ir a Estados Unidos.

Creo que a veces la palabra ingeniería asusta un poco porque se considera que va a ser muy complicado, y nos echa para atrás. Sin embargo, también influyen mucho las familias: cuando hay padres o madres ingenieros sí animan a sus hijos a estudiar una ingeniería. Además, muchos creen que, cuando tienes que buscar trabajo, llevar la palabra ingeniería delante es una garantía. Sin embargo, en otros ambientes, la palabra ingeniero suena como algo muy potente y asusta. Algo similar les ocurre a los niños que tienen miedo a las matemáticas en el colegio sin a veces plantearse si son o no difíciles. Yo creo que ese prejuicio todavía existe, sobre todo en determinados ambientes.



Ana Moliner Aramendia


¿Qué importancia juegan en este sentido los referentes?

Muchísima. Algunos padres son los que orientan a los hijos, si tienen educación universitaria. Otros no tienen la información para orientar a su hijo. Pero sí depende mucho el background de la familia. En mi caso, mi padre era ingeniero, pero nunca intentó orientarme y nos animó a todos los hijos a que hiciéramos una carrera universitaria.


¿Cómo se puede conseguir que la ciencia sea más atractiva para las niñas y jóvenes en las edades más tempranas?

Yo creo que cada día va siendo más atractiva. Pero son importantes las campañas que existen de ir a colegios a los que van precisamente mujeres a contarles, de una forma sencilla, lo que hacen. Y es importante que vayan mujeres porque las jóvenes están demasiado acostumbradas a ver a hombres. Que se les hable de mujer a mujer, de forma cercana, les puede animar.


Como profesional del sector, ¿qué dificultades encuentran las mujeres para progresar en el entorno laboral científico?

Los hombres y mujeres somos muy diferentes; no podemos decir que somos iguales. Tenemos la misma capacidad que ellos, pero la utilizamos de forma diferente. La principal diferencia, en lo que a progreso laboral se refiere, es que nuestra prioridad es la familia y esto nos divide mucho. Hay una época de crianza en la que estamos más dispersas o más dedicadas a nuestros hijos, e incluso a nuestros maridos, que al trabajo. Nosotras tenemos que buscar horas donde no las hay para trabajar de noche y poder sacar adelante muchas cosas. Por tanto, en épocas en que los hombres están publicando, están trabajando y pidiendo proyectos, nosotras no podemos comprometernos porque es posible que no lleguemos a dar todo lo que tenemos que dar. Hay un periodo, más largo de lo que pensamos, en que estamos un poco, no sé si decir divididos… y en ese sentido nos cuesta.

La otra dificultad que yo veo es que somos madres incluso en el trabajo. Hay muchos trabajos de gestión, de coordinación o de dedicación al alumno que nosotras vemos y los hombres no ven. Ellos tienen otras dificultades, ellos tienen más presión por el éxito que nosotras, y van a piñón fijo para llegar a lo que quieren. Y, sin embargo, las mujeres vamos encontrando que, por el camino, hay muchas cosas que hacer. Ese sentido de servicio, que es parte de la mujer, lo tenemos en casa y lo tenemos en el trabajo también. Normalmente los puestos de gestión importantes lo suelen llevar los hombres, pero todo lo que es coordinación lo solemos llevar las mujeres y, además, son cosas que no figuran en ningún sitio, no te dan créditos por ello. Lo que hay que hacer es mirar que te satisface y que te gusta lo que haces.



Ana Moliner Aramendia


¿Crees que existe un techo de cristal en el mundo de la docencia y la investigación?

En el mundo de la docencia no hay techo de cristal. En la investigación, sí hay más diferencias. Para hacer investigación no tenemos ningún problema, pero sí en lo que se refiere a esa distracción a la que nos referíamos antes a la hora de escribir papers o pedir proyectos en un periodo de nuestra vida. En ese sentido, te quedas un poco atrasada porque hay un periodo en el que pospones todo eso, principalmente, por la crianza.


¿Crees que la tendencia está cambiando?

Yo creo que se ha avanzado muchísimo desde que yo entré aquí, o sea que vamos en el buen camino. Pero yo creo que, desde la universidad, se deberían valorar otras cosas que no se valoran. Por ejemplo, a la hora de repartir docencia se deberían valorar más otras actividades de gestión y coordinación para poder descontar así horas de docencia. Se da por hecho que tienes que ser una supermujer para llegar a ser lo mismo que ellos. Sin embargo, creo que hemos ido avanzando poco a poco, un ejemplo es el número de catedráticas: cuando yo entré solo había una mujer en biotecnología; ahora hay muchas, o sea que eso ha cambiado mucho. Yo creo que vamos por buen camino y espero que sigan entrando más mujeres.


La falta de mujeres también provoca sesgos de género en el sector tecnológico, ya que muchos problemas se analizan únicamente desde el punto de vista masculino. ¿Cuáles crees que pueden ser las soluciones?

En la investigación no veo tanto sesgo; sí a la hora de publicar los resultados. Los equipos somos mixtos y nos buscamos mutuamente. La única diferencia que veo es que las mujeres que son capaces de dirigir proyectos son ya mayores; una mujer joven lo tiene difícil y un hombre joven, no.


¿Qué puede hacer la universidad para fomentar la igualdad de género en el entorno científico?

Para que entren más mujeres, son fundamentales las jornadas que se celebran en los colegios. Pero deben celebrarse en todos, no solo en los privados o concertados, donde el nivel de educación de los padres suele ser alto y las jóvenes ya saben que la mujer puede hacerlo. También hay que fijarse en los colegios de las zonas más deprimidas donde quizás no tienen ese apoyo de los padres. Por parte del gobierno tendría que haber más apoyo para que los niños que realmente tengan capacidades puedan desarrollarlas. Para fomentar el acceso al mundo laboral de las mujeres, es importante que las universidades se humanicen e implanten medidas de apoyo para ellas.