Universidad Politécnica de Madrid Universidad Politécnica de Madrid

Escuela Técnica Superior de Ingeniería
Agronómica, Alimentaria y de Biosistemas

'Chernozem', el otro oro negro que Putin desea monopolizar para controlar la despensa mundial

Rafael Espejo Serrano, catedrático emérito de la ESTIAAB, habla sobre las tierras negras, consideradas las más fértiles del mundo, que están en el punto de mira de Rusia ya que suponen más de la mitad del suelo ucraniano.


22-09-2022

'Chernozem' es el nuevo El Dorado que Rusia quiere dominar. Putin quiere tierras, y no es el simple lance de un conquistador en busca de tiempos mejores y más metros cuadrados. Se trata de las tierras negras o 'chernozems' de Ucrania que son los suelos más fértiles del mundo. Pero para los agricultores ucranianos son a la vez una maldición y una bendición. Especialmente abundantes en los países del entorno de Rusia. Supone una moneda de cambio muy lucrativa, con la doble cara de la escasez o de la abundancia. Porque si, por ejemplo, se suman las producciones de Ucrania y Rusia, Putin podría monopolizar el 73% de su producción mundial, según revelan los datos del Servicio Agrícola Exterior de EE.UU. Eso significaría un verdadero shock para el mercado.

Rafael Espejo Serrano, catedrático de Edafología y Geología en la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Agronómica, Alimentaria y de Biosistemas (ETSIAAB) de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM), especifica que «los 'chernozems' se sitúan en el dominio climático de las praderas, de ahí que también se les conozca por suelos de las praderas». Su color negro se debe a su alto contenido en materia orgánica que, como señala Juan José Ibáñez, investigador del CSIC. «retiene muy bien la humedad y es muy resistente a las sequías». Rusia también posee este tipo de suelo, pero la idea de fondo del Kremlin es el acaparamiento de tierras para el control del mercado de los alimentos.

Rusia y Ucrania son respectivamente el primer y quinto exportador de cereales. Hemos oído numerosas veces que Ucrania es 'el granero del mundo'. Y es una afirmación fundamentada. Se calcula que el área total mundial de chernozem ocupa tan solo el 7 % de la superficie terrestre. Y Ucrania posee más de un cuarto de la tierra negra cultivable del planeta, que representa el 56,5% de la superficie total del país, tal como indica ICEX. Por tanto, dar con este tipo de tierra es como encontrar un oasis en el desierto.

Mapa de los suelos negros


Food and Agriculture Organization of the United Nations


Esta ambición rusa viene de muy atrás. El historiador estadounidense Scott Reynolds, autor del libro 'Oceans of Grain', llegó a afirmar que «la Unión Soviética no existió como tal hasta que se anexionó a Ucrania. Y la URSS solo sobrevivió mientras tuvo ese granero». Y formó parte de los planes de numerosos líderes desde Catalina 'la Grande' a Hitler en su búsqueda de 'espacio vital' para Alemania. Reynolds también detalló que ya en 2011 Putin intentó crear un cártel de los cereales con Ucrania, e igual que hacen los países productores de petróleo «podrían haber dictado los precios y restringido las exportaciones», pero su proyecto fracasó.

Ahora, los expertos inciden en que la dependencia de Rusia con su mercado de petróleo y gas puede hacerla obsoleta a largo plazo, sobre todo cuando la transición renovable sea un hecho. Y el cambio climático afecta ya a tres cuartas partes del territorio ruso. Así que la baza del control agrícola es una apuesta segura y un sector vital para el Kremlin. Pero Moscú no quiere cualquier tierra, sino las del este, que son las más fértiles de Ucrania. Casualmente éstas son las de Donetsk y Lugansk, controladas en parte por rebeldes prorrusos, que tienen la mayor producción de trigo. Y Kharkiv, Zaporiyia y Dnipropetrovsk generan más del 20% del cereal del país.

Sin embargo, este interés por los 'chernozems' no solo es un síndrome de la vecina Rusia. Los oligarcas ucranianos se estuvieron repartiendo tierras y ganancias. Es el caso de Rinat Achmetov, el hombre más rico del país y propietario del holding agrícola HarvEast. Antes las empresas nacionales ucranianas o extranjeras, por ley, no podían comprar tierras, pero si arrendarlas. Así, en 2020, Ucrania había cedido el control de más de 3 millones de hectáreas de tierras agrícolas a empresas privadas como NCH Capital, UkrLandfarming, a los fondos de Arabia Saudita y de China o la firma rusa Renaissance Group.

Un año antes de la guerra, se permitió la venta de suelos, y por referéndum se iba a decidir en 2024 si podía hacerse a compañías foráneas. Lo que se traducía en millones de hectáreas de 'chernozem' que podían quedar en manos de otros países, algo que provocó el nerviosismo de las facciones prorrusas de Ucrania. La exprimera ministra ucrania, Yulia Tymoshenko, advirtió que permitir estas ventas allanaría el camino a una guerra civil. Actualmente pesos pesados de la industria agrícola extranjera, como Cargill o Louis Dreyfus, que se colaron en el mercado ucraniano con participaciones en el capital de firmas ucranianas, aumentan sus beneficios en medio de la crisis.



Tierra negra


Ambición rampante

Asimismo, antes del conflicto la empresa china Cofco arrendó superficie fértil del país durante 50 años. Al fin y al cabo, China es el mayor importador de los productos agrícolas ucranianos, y aunque el país asiático tiene tierras negras no dan abasto para alimentar a su población. Pero la sobreexplotación está degradando el suelo fértil, según la FAO, Ucrania pierde 500 millones de toneladas de suelo al año por la erosión. Por cada tonelada de grano producida se pierden 10 toneladas de suelo.

Sin embargo, eso no impide una ambición rampante. Durante el conflicto la empresa HarvEast denunció que Rusia había robado 200.000 toneladas de cultivos de sus campos de 'chernozem' en las áreas ocupadas del este. Y los medios denunciaban que los rusos mezclaban el cereal ruso con el grano ucraniano que habían robado las tropas rusas, y lo hacían pasar como propio.

Además, Ibáñez, investigador del CSIC, subraya el impacto que la guerra está teniendo en estos terrenos: «Las minas enterradas y las carcasas de las bombas al degradarse pueden afectar al suelo. Y con la presencia militar en Ucrania, el tránsito de maquinaria pesada compacta la zona y eso es peligrosísimo porque es como tener una esponja cada vez más estrecha que ya no absorbe tanta agua, y eso dificulta el crecimiento de las plantas». Por otra parte, en junio es necesario recordar que miembros de alto rango de la OTAN, ante la prolongación de la guerra en Ucrania, hablaron de la posible solución Carelia, que hace referencia a que en el pasado Finlandia tuvo que ceder terreno para evitar ser engullida por la URSS.

Lo que está claro es que se ha desatado una fiebre por el nuevo oro negro, mientras la moneda de la escasez o la abundancia sigue girando en el aire y el veredicto es incierto.


Este artículo fue publicado originalmente en ‘ABC’.